La casa tradicional alpujarreña integraba funciones de vivienda y de forma de vida de autosuficiencia, aunando bajo el mismo techo habitación, enseres de labranza, granero, cuadra para animales e incluso habitáculo-gallinero. Cuadra, granero y pajar en plantas bajas dando al campo y calle, y estancias para la familia (comedor-cocina y dormitorios) en primera planta.
Se respetaron en la rehabilitación una buena parte de los muros de tapial de planta calle, así como distribución en planta calle, dedicando cuadra a baño/estancia de reposo, y granero. En planta -1 dando al campo se excavó el antiguo pajar para acondicionar un comedor y pequeña bodega + aseo, dejando en crudo la roca sobre la que se cimienta la parte de la casa que se eleva desde la calle. La otra mitad que se eleva desde el huerto (al mediodía) se reemplazó dada la fragilidad existente por cerramiento de termoarcilla sobre estructura metálica.
Así pues el resultado es una casa que respeta la esencia alpujarreña, adaptándose a los nuevos tiempos y necesidades buscadas como casa rural por el propietario, con la mirada dirigida y embelesada hacia el valle, hacia donde, respectivamente y por plantas, se abren amplias correderas en comedor que ocupa la planta inferior, balcón rectangular en habitación de planta calle, y otro balcón valientemente volado al paisaje en planta superior, donde además se abren amplios ventanales detrás de una interpretación de la típica celosía triangular pero sustituyendo ladrillos por largos listones de madera pintada en blanco. Todo ello rematado por una terraza de inmejorables vistas sobre la Contraviesa y Sierra de Gador, en la que la trasera se ha resuelto como tejado bioclimático sembrado de sedum.
Desde la terraza se abren lucernarios para dotar de un festival de luz a la planta primera.